¿Qué tiene que ver Stephen King con que las redacciones necesitan menos periodistas más capacitados? 

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La pregunta concatena una reflexión a partir de dos textos muy alejados en forma, pero que se aproximan en fondo. 

¿Por qué las redacciones necesitan menos periodistas pero más capacitados? + “Soy una marca”. 

La primera pregunta es el título de una publicación en Story Baker de Mauricio Cabrera y la segunda frase corresponde a un ensayo escrito por Stephen King titulado Fear itself : the horror fiction of Stephen King y que encontramos bajo el título “Soy una marca” traducido por Óliver Mayorga en La Zona Muerta.

¿Qué tienen en común ambas? 

Una reflexión sobre el miedo que existe para cualquier empresa, medio o persona por convertirse en una marca, dicho en palabras paranoicas, el terror de no satisfacer las necesidades de consumo de contenidos de un público muy amplio.

Iniciamos por Stephen King:

Antes, el éxito de un libro estaba dictado por la cantidad de ejemplares que vendías en tapa blanda, tapa dura o la versión de bolsillo. Confieso que para mi generación y las que vienen detrás esta mirada es muy borrosa sobre lo que era el mundo editorial, pero más o menos funcionaba así:

En tapa dura las editoriales se aseguraban un mayor margen de ganancia (vendían a un mayor costo) mientras que la versión de bolsillo se consideraba más comercial y más alcance, pero menos $ entrando.   

Ahora, si hablamos de novelas de terror, todos coincidimos en que Stephen King es el REY de ese género, pero seguro no sabías que el escritor y su editor le tenían miedo a esa etiqueta, después incluso de Carrie, su primer Best Seller.

Antes de Carrie, King pasó de pedirle prestado a su suegra $75 dólares para poder costear su viaje a New York y conversar con su editor sobre la novela, a casi igualar el récord mundial de Mario Puzo por el mayor desembolso pagado por un libro en la época; The Goodfather consiguió $420.000 y por Carrie hicieron un cheque de $400.000.

Después de King contacta a su editor para el siguiente paso:

“Un mes más tarde le escribí una carta a Bill y le dije que teníamos un pequeño problema: tenía dos posibles libros y no podía elegir entre ellos. Uno era una novela de suspense y el otro —por favor, no te rías— trata sobre vampiros que invaden un pequeño pueblo de Maine.”

Ese libro es Salem’s Lot y superó en ventas su primer Best Seller. 

“Fue entonces cuando comenzó el proceso de creación de marcas, por lo que puedo decir; el proceso no es muy diferente al de los castings de Hollywood”.

¿Y qué tiene que ver esto con los medios de comunicación?

De cierta manera los medios también le tienen miedo a construir marca porque lo necesario e imperioso es continuar con el paradigma del periódico en papel, crear secciones hasta para publicar obituarios, cosa que gracias a Dios ya no existe o no he visto en la web.

Las grandes redacciones como The New York Times, BBC, entre otras ya entendieron lo que hay que hacer, sino no serían fuentes top de consultas.   

Lo cita Mauricio en su texto: 

“Lo que propone Shishkin, un ex periodista de la BBC, consiste en revisar qué es lo que más se lee y cruzarlo con el beneficio o necesidad que ese contenido está cubriendo. Es, en cierto modo, parecido a lo que cualquier medio hace hoy para elegir qué notas llevar. Pero con una pequeña gran diferencia, el análisis de datos de Shishkin prioriza la necesidad cubierta del usuario, no la obtención de visitas a costa de lo que sea.”

“Dicho de otro modo, los medios han optimizado esfuerzos para hacer lo que el algoritmo les pide.”

Y si, nos convertimos en zombies de los algoritmos y olvidamos que los algoritmos, además de su interés en hacer rentable el negocio para su plataforma, también intentan satisfacer “el beneficio o necesidad que ese contenido está cubriendo”. 

Tal como Stephen King cubrió las necesidades de millones de lectores del género de terror que él y su editor temían que le haría daño a su carrera. 

El único riesgo vergonzoso de construir una marca es que el señor de servicio te pidan un autógrafo mientras estás cagando en el baño de un hotel, tal como le pasó a nuestro rey del terror. 

“Allí me senté mientras el empleado del lavabo se giraba para examinarme, con su cráneo moreno y sin pelo brillando suavemente a la luz, y dijo: «¡Oiga, usted es Stephen King! Le he visto en la televisión esta mañana. Amigo, mi mujer ha leído todos sus libros».

“Y entonces, para mí extremo horror, este tipo sacó un bolígrafo y un trozo de papel y avanzó sobre el lugar donde yo estaba sentado indefenso. Espero que ese sea el único autógrafo que se me pida mientras estoy sentado en el retrete”.

Los ensayos puedes leerlos aquí: